Philologica Canariensia 27 (2021), pp. 135-137                                                              

E-ISSN: 2386-8635

DOI: https://doi.org/10.20420/Phil.Can.2021.379                                                                                                                                     

Recibido: 18 de marzo de 2021; aceptado: 23 de marzo de 2021

Publicado: 23 de mayo de 2021

 

 

Néstor Ponce, Muertes trece siete vidas. Berlín: Iliada Ediciones, 2020. 141 páginas. ISBN: 979-8680475959.

 

Jean-Marie Lassus

Université de Nantes / Université de Poitiers

 

 

Los trece cuentos de la nueva publicación de Néstor Ponce tratan todos de una muerte violenta o inminente. Al contrario de lo que afirma uno de los protagonistas, si una de las funciones del arte es precisamente despertar la imaginación —a lo que contribuye cada uno de estos relatos—, estos no nos instalan, en cambio, “en la comodidad de una sala de lectura para soñar aventuras”. Porque las que se describen nos permiten conocer los trágicos destinos de personajes que de repente ven derrumbarse su sueño o intentan escapar de un destino fatal que ellos mismos han provocado en ocasiones sin saberlo, procedimiento heredado de Jorge Luis Borges.

Por eso, sin duda, el relato que abre simbólicamente la colección recuerda el ambiente de los bajos fondos de Buenos Aires evocado en “Hombre de la esquina rosada”, uno de los relatos de Historia universal de la infamia, que Borges publicó en 1935. Porque de retratos de personajes infames y sus víctimas es de lo que se trata aquí, personajes que ya eran despreciables o que de repente lo son por las circunstancias, cuando nada presagiaba este cambio: retorno del odio, venganza, emboscada, maldad volcada en el salvajismo animal, intolerancia y oscurantismo... Parece que queda poco espacio para la humanidad, aunque, a pesar de este trágico marco, un rayo de esperanza aparece de vez en cuando; por ejemplo, en una Argentina donde, si bien los problemas no encuentran solución, todavía es posible “resolver un crimen cometido hace más de cien años”, según el comisario encargado de la encuesta.

Pero ¿puede uno huir de su destino, como se dice del gato que tiene siete vidas porque sabe escapar del peligro? Las dos cifras presentes en el título Muertes trece siete vidas, una fatídica y la otra mágica, se cruzan visualmente con los sustantivos y parecen referirse a los destinos cruzados de muchos de los personajes, que se responden como en un espejo: el de un joven maliense con ganas de viajar por el mundo para escapar del polvo de su pueblo y que sueña con convertirse en un próspero comerciante, un cineasta o un futbolista, se cruza con el del joven con síndrome de Down que también soñaba con ser una estrella del fútbol…; soldado perdido de la guerra de Vietnam, guerrero azteca o náufrago del siglo XVI corriendo para encontrarse con su destino sin saberlo…; explosión repentina de violencia o adversidad pulverizando el discreto encanto del mundo de la danza y la música clásica, rivalidades familiares internas…

La intertextualidad impregna la colección, refiriéndose en particular a la literatura y al cine: la novela de Carlos Fuentes sobre la ciudad de México —La región más transparente (1958)—, la película de Luis Buñuel El discreto encanto de la burguesía (1972), o la de Stanley Kubrick La naranja mecánica (1971), trasladada a Kenia en uno de los cuentos. Se completan con una alusión a un poemario anterior de Néstor Ponce sobre los desaparecidos de Argentina —Desapariencia no engaña (2010)—, en uno de los relatos más angustiosos del libro: “Desapariencia en Praga”, donde reaparecen los fantasmas de los militares.

“Hay amores que matan” es el cuento más largo de la colección. Como el primero, nos sumerge en la Argentina profunda, la de la pampa húmeda del sur de la provincia de Buenos Aires y de la región de Bahía Blanca, dominada por una oligarquía todopoderosa que impone la ley de los gobiernos conservadores de la capital por medios ilegales. Su víctima es un gaucho, un tal Carlos Bernardino Ponce, cuyo asesinato estuvo a punto de caer en el olvido, hasta que su bisnieto investiga sobre su sospechosa muerte muchos años después. Volvemos a encontrar aquí los temas sensibles ya abordados por Néstor Ponce en su reflexión sobre la Argentina de los siglos XIX y XX. Una Argentina que, semejante al ave Fénix, “uno no sabe cómo, siempre renace”, como lo señala irónicamente uno de los personajes. No es de extrañar, por lo tanto, que el autor preste su nombre a una familia honrada abusada por el poder, mientras sus amigos más cercanos, que se reconocerán, asumen los rasgos de un historiador, un sindicalista y un economista víctimas de la dictadura. O de un comisario que cita el cuento “Un oscuro día de justicia”, del escritor argentino Rodolfo Walsh, también víctima de la dictadura militar (1976-1983).

Cada cuento nos traslada a un tiempo y espacio diferentes: desde la América precolombina hasta el África negra, desde Europa hasta Rusia o América del Norte. Se puede observar hoy una tendencia frecuente entre los artistas latinoamericanos a mirar más allá de sus fronteras con el propósito de evocar los destinos humanos en toda su diversidad y condición: mientras con su película Babel (2006) Alejandro González Iñárritu estableció un vínculo entre varias historias ambientadas en diferentes regiones del mundo, los cuentos de Néstor Ponce tejen un discreto vínculo entre cada texto, que descubrirá el lector atento leyéndolos preferentemente en orden.

Una de las peculiaridades del estilo de Néstor Ponce en Muertes trece siete vidas es, sin duda, su capacidad para acercar el mundo del horror y el de los cuentos de hadas o los relatos de Las mil y una noches, como en su reescritura de “Alí Baba y los cuarenta ladrones”, sin dejar de variar el ritmo de la narración. Si el último cuento se caracteriza desde el principio por el ritmo anhelante dado a la carrera de un fugitivo a través de los pantanos de Luisiana, la mayoría de las otras historias están construidas sobre la misma estructura: después de un marco narrativo en el que el lector aprende a familiarizarse con la historia de los personajes, surge un final brutal, condensado en unas pocas líneas. La tensión entre un estilo sobrio y despojado y el final inesperado de la historia le confieren a la prosa del autor toda su originalidad. Recuerda la famosa frase del escritor argentino Roberto Arlt en el prólogo de su novela Los lanzallamas (1931), al caracterizar la literatura del futuro: “crearemos nuestra literatura, no conversando continuamente de literatura, sino escribiendo en orgullosa soledad libros que encierren la violencia de un ‘cross’ a la mandíbula”. 

 

Nota sobre el autor

 

Jean-Marie Lassus es profesor universitario en el Departamento de Estudios Hispánicos de la Facultad de Lenguas y Culturas Extranjeras de la Université de Nantes y miembro del grupo de investigación CRLA-Archivos de la Université de Poitiers. Sus investigaciones se centran en las escrituras de la historia y las representaciones de los imaginarios en la literatura latinoamericana contemporánea y en los textos sobre la conquista y la colonización del Nuevo Mundo (siglo XVI). ORCID: 0000-0001-5061-3583