Philologica Canariensia 30 (2024), pp. 425-441                                                            

DOI: https://doi.org/10.20420/Phil.Can.2024.684                                                                                                                                                                          

Recibido: 22 de diciembre de 2023; versión revisada aceptada: 5 de febrero de 2024

Publicado: 22 de junio de 2024    

 

 

 

 Franquismo y guerra civil en dos novelas rosas: Idilio bajo el terror (1938) y María Victoria (1940), de Josefina de la Torre

 

Francoism and Spanish Civil War in Two Romance Novels: Idilio bajo el terror (1938) and María Victoria (1940), by Josefina de la Torre

 

Franquisme et guerre civile espagnole dans deux romans d’amour : Idilio bajo el terror (1938) et María Victoria (1940), de Josefina de la Torre

 

 

Alicia Pelegrina

Universidad de Jaén

ORCID: 0000-0001-7252-0396

 

 

 

Resumen

 

En este artículo se analiza el tema de la guerra en dos novelas rosas de Josefina de la Torre, Idilio bajo el terror (1938) y María Victoria (1940). Se trata de una cuestión poco atendida por la crítica que resulta de interés, pues fueron pocas las mujeres que escribieron sobre el conflicto. Las obras se encuadran en el subgénero de la novela rosa de guerra y, en el caso de la primera, también en la literatura de embajada. Ambas muestran un objetivo propagandístico, ya que idealizan al bando sublevado y degradan al republicano. Su proceder es distinto, puesto que Idilio bajo el terror está más explícitamente politizada que María Victoria.

Palabras clave: Josefina de la Torre, novela rosa, guerra civil española, franquismo, embajada

 

Abstract

 

In this article, the theme of war is analyzed in two romance novels by Josefina de la Torre, Idilio bajo el terror (1938) and María Victoria (1940), being a scarcely addressed issue by critics that proves to be of interest, as there were few women who wrote about the conflict. The works fall within the subgenre of “novela rosa de guerra” and, in the case of the first one, also in “literatura de embajada”. Both exhibit a propagandistic objective, as they idealize the insurgent faction and degrade the republican one. Their approaches differ, given that Idilio bajo el terror is more explicitly politicized than María Victoria.

Keywords: Josefina de la Torre, romance novel, Spanish Civil War, Francoism, embassy

 

Résumé

 

Dans cet article, le thème de la guerre est analysé dans deux romans d’amour de Josefina de la Torre, Idilio bajo el terror (1938) et María Victoria (1940). Il s’agit d’une question peu traitée par la critique, mais qui suscite de l’intérêt, puisque peu de femmes ont écrit sur le conflit. Les œuvres s'inscrivent dans le sous-genre du « novela rosa de guerra » et, dans le cas du premier, également dans la « literatura de embajada ». Toutes deux présentent un objectif propagandiste, parce qu’elles idéalisent le côté insurgé et dégradent le républicain. Leur approche diffère, car Idilio bajo el terror est plus explicitement politisée que María Victoria.

Mots-clés : Josefina de la Torre, roman d’amour, guerre civile espagnole, franquisme, ambassade

 

 

 

1. Introducción

 

Bajo el pseudónimo “Laura de Cominges”, la poeta del 27 Josefina de la Torre (1907-2002) escribió dos novelas rosas ambientadas en la guerra civil: Idilio bajo el terror (1938) y María Victoria (1940).[1] La primera sigue los pasos de la periodista y cantante Leticia de Alcántara y su enamorado Pedro Salamanca, un dramaturgo afín a los sublevados. El inicio de la contienda los lleva a refugiarse, primero a ella y luego a él, en una embajada, donde se casan para poder salir juntos del país. Sin embargo, durante la evacuación se ven forzados a separarse. Solo tras el paso del dramaturgo por el ejército se reencuentran y hallan la felicidad con la noticia de un hijo en camino. En María Victoria, por su parte, María Victoria es la madrina de guerra de Luis Adrián de Aldares,[2] un soldado del bando insurrecto. Se enamoran por carta y se casan por poderes. Poco después, en un ataque enemigo, él pierde la vista y su hermano Miguel la vida, pero debido a un equívoco todos creen que Luis Adrián es el fallecido. El resto de la historia trata de cómo María Victoria se reenamora de su marido ciego, aún sin conocer su identidad, de suerte que una anagnórisis final devuelve la dicha a la pareja.[3]

Idilio bajo el terror cubre los inicios de la guerra civil y María Victoria, el último año de las hostilidades, entre la primavera de 1938 (aproximadamente) y el uno de abril de 1939. Por tanto, ambas son novelas rosas de guerra.[4] Se trata de un subgénero característico de la zona sublevada en el cual “se adaptan los esquemas narrativos y los estereotipos de la novela rosa tradicional a la situación bélica”;[5] de esta manera, las protagonistas femeninas son enfermeras o madrinas de guerra y sus enamorados, militares. Estas alteraciones tienen un claro fin propagandístico, ya que se idealiza a los combatientes del bando insurrecto, al tiempo que se degrada a los republicanos (Pérez Bowie, 2002, p. 43).

Además, Idilio bajo el terror se vincula con la literatura de embajada, dado que los protagonistas se acogen al asilo diplomático para escapar de la violencia de las calles de Madrid, especialmente cruenta con los afines a los sublevados.[6] Fue un tipo de literatura frecuente en el bando insurrecto —durante la guerra civil el asilo diplomático se practicó con una amplitud sin precedentes históricos (Moral Roncal, 2001, p. 11)—, y que también llegó a cumplir una función propagandística, entre otras características.[7]

En este artículo se analiza el desarrollo del tema de la guerra en ambas novelas, lo cual resulta pertinente por dos motivos principales. En primer lugar, porque la temática bélica está poco estudiada en la obra de Josefina de la Torre. Hasta el momento, solo existe al respecto un capítulo de Cuesta Guadaño (2023), en el cual se aborda la poesía de mujeres en el bando sublevado y se alude con brevedad a la autora canaria. Respecto a la bibliografía sobre Idilio bajo el terror y María Victoria, es escasa y está enfocada en el análisis de los personajes femeninos: Navas Ocaña (2023) estudia las obras en el conjunto de la narrativa de la autora y Soler Gallo (2018, 2021) aborda la segunda junto a otras novelas en las que se manifiestan los postulados de la Sección Femenina.

En cuanto al segundo motivo, las narraciones seleccionadas transmiten la perspectiva femenina de Josefina de la Torre sobre el conflicto. Una perspectiva que se halla influenciada por la ideología franquista, como se verá a continuación. La escritora se une así a otras novelistas del bando nacional que idearon tramas relacionadas con la guerra, como Concha Espina, Ana María de Foronda, María Sepúlveda, Concha Linares Becerra y Carmen de Icaza. No debe olvidarse que las experiencias de las mujeres en la contienda han sido con frecuencia olvidadas o poco visibilizadas, pues ellas permanecieron en la retaguardia mientras los hombres marchaban al frente (Vila-Belda, 2021, p. 8).[8] En consecuencia, resulta necesario recuperarlas.

Antes de proceder al análisis de Idilio bajo el terror y María Victoria, es necesario detenerse en su génesis, ya que ambas novelas rompen con la trayectoria previa a la guerra civil de Josefina de la Torre. Mujer moderna y artista polifacética, en los años veinte y treinta sentó las bases de su proyecto literario con la publicación de sus dos primeros poemarios, Versos y estampas (1927) y Poemas de la isla (1930), los cuales fueron bien acogidos por la crítica (Hernández Quintana, 2001, p. 49). Además, entró en contacto con los poetas del grupo del 27 y fue una de las dos únicas mujeres incluidas en la famosa Antología de poesía contemporánea (1934) de Gerardo Diego. Por otra parte, ya había demostrado su afinidad con la República: no solo pertenecía a una familia de arraigada tradición republicana, sino que además había publicado un soneto en el periódico republicano El Tribuno para conmemorar el segundo aniversario de aquella (Millares, 2007, p. 185).

Por tanto, cabe preguntarse por qué Josefina de la Torre publicó unas novelas afines al franquismo. La crítica actual coincide en que se debió a una cuestión de supervivencia. La autora decidió permanecer en España junto a su familia,[9] que experimentaba necesidades económicas a causa de la contienda y la muerte del patriarca. Para paliarlas, sus miembros crearon el 6 de marzo de 1938 el proyecto editorial “La Novela Ideal”, especializado en narrativa popular (Patrón Sánchez, 2022, p. 5). Con el objetivo de asegurar su buen funcionamiento y evitar posibles represiones, los paratextos de las publicaciones estaban en consonancia con la ideología del bando sublevado (Garcerá, 2021, p. 13). Entre 1938 y 1944, Josefina de la Torre aportó al sello diez novelas firmadas con el pseudónimo “Laura de Cominges”, entre ellas Idilio bajo el terror y María Victoria.[10] Además, participó en eventos afines al franquismo y publicó poemas en Falange (Garcerá, 2020, p. 10-11), lo que le permitió subsistir y seguir desarrollando su carrera como actriz (Millares, 2007, p. 185). En suma, forma parte del grupo de escritores y escritoras que realizó “un pacto incondicional con el poder” con la finalidad de disfrutar de las ventajas ofrecidas por el sistema (Ascunce Arrieta, 2015, pp. 225);[11] lo cual no implica, como ya se ha visto, que comulgase con la ideología franquista.[12]

La publicación de Idilio bajo el terror y María Victoria se puede entender aún mejor si se atiende al contexto literario de la época. Destaca la instauración de la censura editorial, a la que se sometía cualquier libro que fuese a publicarse en España.[13] Durante la guerra civil y hasta ya entrados los años cincuenta, dicha censura fue extrema (Ascunce Arrieta, 2015, p. 228); por ello, es lógico que estas novelas comerciales fuesen afines a la ideología del régimen.[14] Por otra parte, que ambas obras mezclen una trama amorosa con la guerra civil remite a dos tipos de literatura de gran éxito en la época: la popular y la concerniente al conflicto.

La literatura popular vivió su época dorada durante los años cuarenta —y quizá los primeros cincuenta—, pues era un entretenimiento sencillo y asequible para la empobrecida población española (Eguidazu, 2020, pp. 393). Además, convenía al poder —que no la promovía, pero sí la aceptaba y e incluso la protegía—, ya que además de proporcionar evasión, transmitía subliminalmente la ideología del régimen. Entre todos los géneros, uno de los que tuvo mayor vitalidad durante el franquismo fue precisamente la novela rosa (Ascunce Arrieta, 2015, pp. 437-438).

Respecto a la literatura sobre la guerra civil, a lo largo del conflicto la producción en la zona nacional fue muy abundante, pero de poca calidad estética en general, pues “hubo excesivo número de aficionados deseosos de contar su caso y de adoctrinar a los lectores” (Martínez Cachero, 2009, p. 361). Esta tendencia continuó durante los primeros años de la posguerra española, de forma que triunfó una novela burguesa que daba cuenta de los horrores de la “barbarie roja” y “a la que se apuntaron notables mediocridades literarias” (Larraz, 2014, p. 163). Todo esto explica que el subgénero de la novela rosa de guerra siguiera siendo popular hasta bastantes años después del final de la contienda (Pérez Bowie, 2002, p. 43) y que para Josefina de la Torre fuese viable económicamente publicar dos novelas en esta línea.

 

2. El tema de la guerra en Idilio bajo el terror y maría victoria

      

A continuación, se analizarán diversos aspectos de las obras relacionados con la temática bélica. En primer lugar, destaca cómo las parejas protagonistas se ajustan de manera distinta a los patrones de la novela rosa de guerra. Durante el conflicto, Leticia se convierte en refugiada, al tiempo que María Victoria ejerce el madrinazgo: se cartea con Luis Adrián y envía paquetes al frente. Por su lado, al principio Pedro es un opositor activo al gobierno de la República, y cuando comienza la guerra forma parte de un pequeño grupo independiente de resistencia contra este bando. Se alista como soldado únicamente al final, cuando piensa que Leticia ha fallecido. Luis Adrián, en contraste, asciende de teniente del ejército sublevado a capitán.

Cabe señalar que Leticia y Pedro pertenecen a la “ciudad clandestina” madrileña, distinguida por Cervera Gil (1998, p. 20), cuyos integrantes se caracterizaron por ser contrarios al Frente Popular y “colaborar en la victoria de sus correligionarios desde el corazón del enemigo”. Pedro es miembro de un pequeño grupo de resistencia independiente de Falange Española y, por tanto, de una red quintacolumnista “autónoma”. Leticia, por su lado, se relaciona con los “desafectos”, pues no realiza acciones contra la República, pero tiene una relación con Pedro, una figura pública afín a los sublevados. Además, no colabora con el gobierno, pues decide ausentarse de su trabajo en la radio cuando este controla el medio. Esta circunstancia explica que un grupo de milicianos se presente en su casa para interrogarla sobre el dramaturgo y que el portero les pase información sobre ella; los porteros eran precisamente uno de los principales peligros para la población desafecta (Cervera Gil, 1998, pp. 235-36, 179-184, 342).

Por otra parte, tanto Pedro como Luis Adrián destacan por su valentía y heroísmo: arriesgan sus vidas para defender la causa en la que creen y solo dejan de hacerlo cuando no queda otra alternativa. Pedro accede a refugiarse en la embajada una vez lo han encarcelado y le prohíben seguir realizando misiones. Además, tanto él como Luis Adrián dejan de combatir en el ejército únicamente cuando son heridos de gravedad. Se corresponden, por tanto, con el modelo de masculinidad “militar” propio de las novelas de la guerra civil. Según este, los hombres se caracterizaban por “la fortaleza, el estoicismo, la valentía y la capacidad de sacrificar la propia vida por salvar a la nación” (González-Allende, 2011, p. 234).

Las mujeres, en contraste, permanecen en lugares seguros, ya sea en una embajada, en el caso de Leticia, o en la retaguardia. Esta última necesita la protección de Pedro frente a la violencia republicana; María Victoria, por su parte, motiva a Luis Adrián mientras es su madrina de guerra y lo cuida cuando se vuelve ciego. En consecuencia, ambas cumplen con la representación de las “novias” propia de la literatura sobre el conflicto (González-Allende, 2011, p. 233). La división tradicional del rol asignado a mujeres y a hombres es afín al ideario franquista, ya que en las zonas bajo control sublevado las mujeres quedaron relegadas de forma inmediata a la retaguardia, ejerciendo un papel “propio de su sexo” (Ramón Carrión, 2016, p. 164).[15]

En las novelas no se menciona la guerra civil de forma explícita: se da por supuesto. Ambas contienen referencias que evidencian que este es el conflicto abordado y que los personajes principales apoyan al bando sublevado. En Idilio bajo el terror, la contienda empieza en verano y Leticia, que se encuentra en Madrid, piensa que su amiga Elena “había tenido la gran suerte de encontrarse en el norte, por donde el ejército había triunfado desde el primer día” (Torre, 2021, p. 57). Además, la pareja protagonista vive de cerca la violencia de los inicios de la guerra en la capital, así como la hostilidad de los republicanos hacia los simpatizantes de los insurrectos.[16] Es claro su apoyo a este último bando, ya que Leticia piensa en dos ocasiones en España como “su patria” (Torre, 2021, pp. 66, 85) y Pedro se alista en la Legión, una fuerza militar afín a los sublevados.

En María Victoria se insertan dos hechos históricos de la guerra: la conquista de Barcelona (enero de 1939) y el final de la contienda (1 de abril de 1939). Ambos van acompañados del entusiasmo popular y se vinculan con hechos positivos: el primero es la antesala de la curación de la ceguera de Luis Adrián durante un viaje a Alemania—país que, por otra parte, apoyó al franquismo—, y el segundo coincide con el reencuentro final entre el capitán y la protagonista.[17] A estos acontecimientos debe añadirse la participación de Luis Adrián y su hermano Miguel como soldados en el “frente norte” o “frente del Norte” (Torre, 2021, pp. 265, 268).

Asimismo, hay varias referencias en la novela que muestran la vinculación de los personajes al bando sublevado. El primo de María Victoria es soldado y se presenta ante ella uniformado y saludándole con “¡Arriba España!”. Destaca también el empleo de las expresiones “tropas nacionales” y “gloriosas tropas españolas”, ya que tienen una clara carga ideológica: el bando sublevado representaba a España, mientras que el republicano, no. La acogida de los triunfos de las tropas así denominadas es señalada por los periódicos con “fervor y entusiasmo” (Torre, 2021, pp. 251, 265, 312, 265). Finalmente, los personajes se mueven por zonas como el País Vasco, Galicia y Salamanca; la primera estuvo bajo control franquista a partir del verano de 1937 y las dos últimas, desde los inicios del golpe de Estado.[18]

Ambas narraciones muestran una imagen negativa de los republicanos, aunque lo hacen en distinto grado. En Idilio bajo el terror, hay varias referencias a este bando. Cuando la guerra empieza, Leticia se encuentra con milicianos, que se identifican bien por llevar un mono azul, bien por utilizar el vocativo “camarada”. Cuando capturan a Pedro, además, lo llevan a una “cheka”, es decir, a un centro parapolicial propio de la zona republicana (Torre, 2021, p. 71).[19] En cambio, en María Victoria no aparece ninguna seña identificativa clara de los republicanos, más allá de su oposición al sublevado.

Por otra parte, en Idilio bajo el terror los republicanos son degradados, como suele ocurrir en las narraciones escritas por los partidarios de los insurrectos (Sánchez Zapatero, 2020, p. 119). El narrador extra y heterodiegético es ideológico, de forma que introduce comentarios que condicionan al lector y su interpretación de los hechos.[20] La manera en la que cuenta el inicio del conflicto es una clara muestra de ello:

 

Una mañana, de pronto, estalló la bomba que tanto se aguardaba. Aquel vivir en vilo, aquella indisciplina y, sobre todo, el crimen a mansalva, tenían que recibir una justa réplica, decisiva y enérgica. El ejército se levantaba en masa contra un Gobierno criminal. Toda la mañana estuvieron las radios vomitando discursos envenenados, mientras de otras emisoras lejanas proclamaban el triunfo de los leales (Torre, 2021, p. 50).

 

Como puede observarse, las palabras “Gobierno criminal” y “discursos envenenados” se asocian a la República, y “triunfo de los leales” a las emisoras lejanas a Madrid y, por tanto, del bando sublevado. En esta línea, más adelante el territorio ocupado por los insurrectos se denomina “tierra liberada” o “zona liberada”, lo que implica que antes estos territorios estaban en una situación indeseada. Además, mediante una metáfora, el avance del ejército se equipara al renacer de la naturaleza: se habla del “espectáculo del florecimiento de su patria” o de que “con cada palmo de tierra conquistada, florecía una esperanza alentadora” (Torre, 2021, pp. 82, 84, 85, 88). A este respecto, es llamativo que se aluda a los campos de flores tras el reencuentro final de Leticia y Pedro: con la felicidad de los protagonistas, se cierra el recorrido de la metáfora, bélica y amorosa a la vez. Todo lo mencionado apunta a una interpretación de Franco como salvador de España y del golpe de estado contra el gobierno legítimo “como un acto mesiánico de heroísmo patriótico” (Larraz, 2014, p. 107).

Igualmente, se incluyen escenas que reflejan la falta de moralidad de los republicanos. Cuando Leticia todavía no ha huido a la embajada, presencia junto a sus vecinos cómo un avión del gobierno bombardea un cuartel insurrecto. Hay personas —claramente, las partidarias de la República— que sonríen ante este acto de violencia, lo que hace que la protagonista piense: “¿Qué horror se les venía encima si ‘aquellos’ no vencían?” (Torre, 2021, p. 52). Por otra parte, cuando los milicianos entran en casa de Leticia para interrogarla a raíz de una denuncia, roban cigarrillos y libros. Además, el jefe, al que el narrador se refiere despectivamente como “canalla”, “jefecillo”, “bruto” o “bárbaro”, hace insinuaciones sexuales a Leticia y la agrede. Solo uno de los milicianos la defiende, precisamente aquel al que el jefe ridiculiza llamándole “señorita”. Este episodio hace que la muchacha intente contactar con el redactor jefe del periódico en el que trabajaba, pero le coge el teléfono un miliciano que también la acosa: “Oye camarada, ¿por qué en lugar de un fiambre no eliges algo más templado? ¿Te convendría yo, por ejemplo?” (Torre, 2021, pp. 55-56, 58).

Aparte de los dos sucesos comentados en el párrafo anterior, hay otros que muestran la represión de los republicanos hacia los sublevados.[21] Por ejemplo, detienen al director de la radio donde trabaja Leticia y lo sustituyen por un jovencito de “ojos de ardilla”, el cual es retratado como alguien servil y rastrero. Además, la protagonista conoce a varias personas cuyos familiares han sido asesinados o encarcelados por los republicanos. El propio Pedro resulta ser víctima de estas atrocidades, pues su único hermano “había sido vilmente asesinado en los primeros días de aquella gran tragedia, y de su viuda y sus hijitos se ignoraba el paradero” (Torre, 2021, pp. 51, 85).

Frente al alto grado de politización de Idilio bajo el terror, en María Victoria la moralidad del enemigo solo se pone en cuestión en una ocasión. Se hace a través de los pensamientos de la protagonista: “Por la mañana había intentado entrar la aviación enemiga, pero los cazas lo habían impedido, alejándola. Había estado inquieta por sus niños. ¿Cómo era posible que tiraran así sobre las ciudades?” (Torre, 2021, p. 252).

Finalmente, las novelas se distancian en la manera de reflejar la realidad de la guerra. En María Victoria se idealiza el conflicto, mientras que en Idilio bajo el terror, en cambio, tiene mayor peso la dura experiencia de vivir el inicio de una contienda y convertirse en refugiado.[22]  Josefina de la Torre se inspiró claramente en sus vivencias personales para transmitir estos hechos.[23] Por ello, si bien ambas obras son claramente ficcionales, se observa un ligero grado de referencialidad autobiográfica en la segunda.[24]

En los primeros capítulos de Idilio bajo el terror se retrata el clima tenso que precede al conflicto. Se materializa especialmente en el estreno de la obra teatral de Pedro, El exaltado, ya que en ella se realiza una crítica al poder. El público está polarizado, ya que unos aplauden y otros silban protestando en respuesta. Es más, cuando acaba la representación, sobreviene el caos, una clara anticipación de la guerra civil: “El teatro pareció convertirse en una hoguera. […] Parecía una gran casa de locos”. Tras terminar el estreno, incluso detienen a Pedro de forma temporal, claramente por motivos políticos. Los días pasan y la ciudad se reviste de un “ambiente extraño y pesado que ponía un color turbio a todas las cosas” (Torre, 2021, pp. 35, 50); se producen además huelgas y continuos altercados.

La guerra estalla y los medios de comunicación se vuelcan en realizar propaganda del bando que controla su zona. Leticia vive de cerca la batalla mediática, ya que la obligan a leer en la radio donde trabaja unas cuartillas que, a juzgar por su desagrado, apoyan a los republicanos. Más adelante, incluso, la denuncian por no volver a aparecer en su trabajo, como ya se mencionó. También se produce una depuración entre las altas esferas de los medios: en Radio Club detienen al director, Alberto del Valle, y en Radio Mundial se insinúa que han matado a Juan Luis, el redactor jefe del periódico.

La relación de Leticia con Pedro la hace estar en peligro, por lo que este gestiona su ingreso en una embajada de un país extranjero indeterminado. Durante casi un tercio de los capítulos de la obra, la violencia de las calles de Madrid pasa a segundo plano y la vida cotidiana en el edificio cobra el protagonismo. Josefina de la Torre dedica varios párrafos a describirla, incluyendo anécdotas y acontecimientos fruto de la realidad observada. Esto da cuenta de su deseo de transmitir sus experiencias más allá de la trama amorosa de la novela.

El amplio edificio pronto se llena de asilados de todas las clases sociales y se produce un progresivo hacinamiento, tópico de la literatura de embajada: “A cada momento llegaban nuevas gentes […] Se habilitaron las cuadras y los garajes y parecía imposible que pudiera caber una sola persona más. Y, sin embargo, cada día llegaba una nueva” (Torre, 2021, p. 62). Pese a ello, no se producen conflictos ni pillaje entre los asilados; por el contrario, se resalta la generosidad de personajes como Pilar y Leticia. La única excepción es Cristina Monreal, la examante de Pedro y rival amorosa de la protagonista, que se acoge al asilo para espiar al dramaturgo.[25] En suma, se da una visión positiva del grupo humano de refugiados,[26] lo que resalta su condición de víctimas frente a los republicanos, entre los que se incluye Cristina.

Por otra parte, Leticia y Pedro no tienen problemas para quedarse a solas, que sería lo esperable en un edificio tan densamente ocupado: tienen la oportunidad de reunirse en la silenciosa biblioteca para prometerse, por ejemplo. Esta pequeña dosis de idealización resulta necesaria para el correcto desarrollo de la trama amorosa; Idilio bajo el terror, al fin y al cabo, es una novela rosa.

La vida en la embajada, sin embargo, dista mucho de ser fácil. Se refleja la rutina de las mujeres asiladas, que se tienen que encargar de toda suerte de tareas domésticas, sin distinción de clases; este retrato evidencia la perspectiva femenina de Josefina de la Torre, que no recoge el día a día de los hombres. Pese a que la embajada sea un espacio seguro, la violencia del exterior irrumpe a través de ruidos como disparos, sirenas de alarma o detonaciones, que terminan volviéndose costumbre. Hay momentos en los que el peligro se extrema, como cuando se produce un bombardeo o se espera un asalto enemigo al edificio, pero ambos episodios acaban sin heridos. Se produce, por tanto, una dicotomía común en la literatura de embajada: la embajada es un espacio seguro y civilizado, mientras que fuera aguardan la violencia y el caos (Álvarez-Moreno, 2014, p. 76).

Con todo, se compara la vida en el edificio con la propia de una “cárcel”, un “cautiverio” o una “prisión”, de forma que la evacuación se concibe como una “liberación” (Torre, 2021, pp. 62, 63, 72, 85, 71, 79).[27] Tanto Leticia como Pedro sufren los efectos de pasar largo tiempo encerrados, efectos que han sido descritos de forma general por Álvarez-Moreno (2014, p. 77). Leticia pronto sufre una sensación de “vida robada”, ya que, cuando alguien va a buscarle ropa a su piso, se encuentra con que ha sido desvalijado e incautado por “una de aquellas organizaciones de asesinos” (Torre, 2021, p. 62). Por su parte, Pedro se comporta al principio como uno de los dos tipos de héroes exclusivos de la literatura de embajada: el que arriesga su vida resistiéndose a asilarse (Álvarez-Moreno, 2014, p. 77). Sin embargo, lo terminan obligando a permanecer en el edificio bajo un juramento de honor —el honor, otra característica de los héroes—, por lo que experimenta una sensación de impotencia al quedar reducido a un mero espectador.

Finalmente, se dedican algunas páginas a plasmar la evacuación de los refugiados al extranjero, que en la novela es colectiva y está llena de problemas e incertidumbres. No se permite la entrada de hombres en edad militar a la zona nacional, por lo que Leticia y Pedro deben separarse. La protagonista llega sola a la frontera y vive una situación que podría extenderse a tantas otras personas durante la guerra: se encuentra desvalida, ya que no conoce a nadie de la zona; desconoce el paradero de sus amigos y apenas tiene dinero. En su caso, ser la mujer de Pedro Salamanca es lo que le abre puertas, lo que muestra la relevancia de este personaje en las filas de los sublevados. Sin embargo, la comunicación con su marido sigue siendo muy dificultosa y ella no se considera “ni casada, ni soltera, ni viuda” (Torre, 2021, p. 87). El final feliz de la novela solo es posible por un encuentro azaroso de la pareja en un hospital militar.

En definitiva, en Idilio bajo el terror se cumple el triple movimiento espacial descrito por Álvarez-Moreno (2014, p. 72) en la literatura de embajada: fuera (persecución de Leticia y Pedro y encarcelamiento de este último por los republicanos), dentro (“exilio” en la embajada) y fuera (Leticia retorna a la zona controlada por Franco y Pedro lo hace tras un breve exilio en el extranjero).

Pese a que se retrata el lado más sombrío de la guerra, también hay cierto espacio para la glorificación del bando franquista. El narrador se refiere a sus tropas como “fuerzas victoriosas” y se evidencia, de forma propagandista, su gran pericia militar: “El glorioso ejército estaba llevando a cabo tan brillantes operaciones, que todos los diarios hacían grandes elogios exaltando su actuación” (Torre, 2021, pp. 66, 88). Además, Leticia muestra mucho entusiasmo por la contienda una vez está en la zona sublevada, ya que escucha partes de guerra y crónicas a través de la radio y lee todos los libros de actualidad. Al ser la protagonista, su apoyo incondicional al ejército se plantea como un modelo de comportamiento para la sociedad civil. Respecto a Pedro, su valentía, en tanto que miembro activo de la resistencia contra el gobierno republicano, es ensalzada y puesta como ejemplo: “Pedro es un gran hombre. Si todos fuesen como él, la nación estaría ya salvada. Déjele usted hacer su obra. Él es un valiente” (Torre, 2021, p. 60).

En cuanto a María Victoria, se realiza en ella un ensalzamiento de la figura del soldado como audaz defensor de los civiles. La protagonista, al plantearse ser madrina de guerra, piensa: “¡Con qué placer hubiese ella aportado tan pequeña contribución a esos valientes!”, y, al coser para los militares: “‘Ellos’ lo recibirían en los lejanos frentes […]. Ellos, que daban la vida por salvarles del horror” (Torre, 2021, pp. 249, 250). La joven realiza esta última labor con ternura y llora, emocionada, al pensar en las duras condiciones de vida de los soldados. Asimismo, cuando acepta entablar una correspondencia de Luis Adrián, se siente invadida por “una oleada de amor” que se ha identificado con el sentimiento patriótico (Soler Gallo, 2021, p. 192).

Luis Adrián, el protagonista masculino, es la materialización del militar valiente, con dotes de liderazgo y sentido del deber. Al principio de la novela es ascendido de teniente a capitán, lo cual habla de su buen desempeño, y su hermano Miguel destaca su forma de transmitir fuerza y optimismo, cualidades deseables en un líder. Más adelante, su fortaleza y su lealtad se muestran con mayor intensidad cuando prioriza arriesgar su vida por su país antes que disfrutar de su matrimonio con María Victoria. Con el enlace recién celebrado, se lanza al combate con ferocidad comandando a sus soldados, los cuales le siguen “como un solo hombre” (Torre, 2021, p. 263). Sus logros militares llegan a su culmen cuando le conceden la “Laureada”, es decir, la Cruz Laureada de San Fernando, la más importante condecoración militar de España.

El frente también se idealiza en cierta medida. Si bien Luis Adrián se refiere a su experiencia allí como unas “horas terribles en que nuestra vida es un infierno”, en los primeros capítulos se presenta como un espacio tranquilo, más allá del sonido de algunos tiros aislados: “Parecía imposible que allá, al otro lado, hubiera un enemigo en acecho, cuando todo era calma y belleza en aquella noche de verano” (Torre, 2021, pp. 254, 255). Incluso la víspera de la boda de Luis Adrián con María Victoria el día amanece en calma, lo cual se relaciona con un milagro “debido a la mano de Dios”. Este suceso concuerda con la psicología del soldado, que está enamorado de la muchacha. Por otra parte, cuando este formaliza su compromiso nupcial, sus compañeros lo celebran con él “con igual optimismo que si se tratara del más elegante bar de moda” (Torre, 2021, p. 258). Hay espacio para la nostalgia cuando los soldados recuerdan a sus familias y a sus novias, pero no para el miedo.[28]

La violencia irrumpe cuando se produce la batalla en la que Luis Adrián queda ciego a causa de una herida de bala; por breves momentos entran en escena los duros sonidos de la guerra, como “detonaciones y continuo tableteo”, “lamentos y blasfemias”, “gritos de rabia y de dolor”. Después, el frente no vuelve a aparecer debido a la lesión de Luis Adrián, pero sí se muestra un espacio afín: el hospital militar. Cuando su padre va a visitarlo se encuentra con unas instalaciones impolutas. A partir de ese momento, Luis Adrián lleva una venda en los ojos; sin embargo, cuando María Victoria lo observa sin ella no descubre ninguna herida terrible, por lo que se lleva al extremo la idealización: “al verle de cerca, la bala le había respetado” (Torre, 2021, pp. 263, 304).

La mencionada idealización alcanza, finalmente, a la sociedad civil. Al principio de la novela, el narrador incide en la complicada situación económica de María Victoria: “Los intereses de su casa habían sufrido un cambio radical y los medios de vida con que contaba eran limitadísimos”. Sin embargo, cuando esta se compromete con Luis Adrián, puede ir de tiendas a comprarse un ajuar elegante, “sin lujos ni derroches”, de forma que el día de su boda su indumentaria corre a cargo de una afamada firma de modas (Torre, 2021, pp. 249, 258). Además, mantienen una doncella en su casa, por lo que no parecen experimentar la miseria extrema provocada por el conflicto. La familia de Luis Adrián, caracterizada desde el principio por su riqueza, tampoco la muestra. Puede incluso permitirse alquilar una casa para veranear en una playa gallega, un espacio idílico alejado de la guerra en el que sucede parte de la trama.

La contienda, no obstante, nunca desaparece de la cotidianidad de los personajes. María Victoria lee las noticias sobre la misma en los periódicos, además de escuchar el parte oficial y la crónica de guerra, lo que da cuenta de su patriotismo, al igual que ocurría en el caso de Leticia. Además, al final se incluyen brevemente unas anécdotas sobre una madrina de guerra y una esposa de un soldado, una muestra de que la historia de María Victoria con Luis Adrián no es un caso aislado y una anticipación de su desenlace. En cualquier caso, el mayor sufrimiento que experimentan los personajes es la incertidumbre sobre la duración del conflicto, así como la pérdida de un ser querido durante el servicio en el ejército.

 

3. Conclusiones

 

Idilio bajo el terror y María Victoria son las dos novelas de guerra que Josefina de la Torre escribió. Tienen una clara función propagandística, pues se observa una polarización maniquea entre los “buenos”, los sublevados, y los “malos”, los republicanos. La guerra civil se refleja como una “guerra de liberación” y los protagonistas asisten con entusiasmo a los triunfos del bando insurrecto. No obstante, la materia bélica tiene mayor presencia en la trama de Idilio bajo el terror. En tanto que literatura de embajada, se encarga de reflejar el triple movimiento espacial seguido por sus protagonistas, desde que entran en la embajada necesitados de protección hasta que pueden reencontrarse en territorio sublevado. En María Victoria, por su parte, el conflicto es solo el detonante de la intriga amorosa, pues, después de que Luis Adrián se quede ciego al inicio, el resto de la novela sucede en la retaguardia.

Todo ello tiene sus consecuencias en la forma de retratar la guerra. Idilio bajo el terror es una obra más explícitamente politizada que María Victoria, pues el narrador es ideológico y se degrada explícitamente a los republicanos mediante distintas escenas. Los protagonistas viven las penurias ocasionadas por el conflicto, como el hecho de ser perseguidos por su ideología o de sufrir el hacinamiento en la embajada, experiencia que se asemeja a un cautiverio. No obstante, al pertenecer la novela al género rosa, se logra un final feliz. En María Victoria, por su parte, si bien hay un pequeño espacio para la violencia de la contienda, prima la idealización de los combatientes, el frente y la situación en la retaguardia. Se trata, por tanto, de una novela rosa más convencional.

La distinta cronología de las obras podría explicar estas diferencias. Idilio bajo el terror se publicó durante la guerra, por lo que Josefina de la Torre, como tantas otras personas, pudo haber sentido la necesidad de transmitir su experiencia durante el conflicto, en especial lo referente al asilo diplomático. María Victoria, en contraste, se publicó en los albores del franquismo, un período en el que el régimen necesitaba afianzar su poder e imponer una imagen determinada de la guerra y de la situación económica y social del país. En cualquier caso, aunque la escritura de estas obras esté claramente influenciada por las circunstancias políticas del momento, ambas resultan valiosas en tanto que transmisoras de la perspectiva de Josefina de la Torre sobre el conflicto. Una perspectiva femenina que conviene revindicar, junto a tantas otras, para ofrecer luz sobre una parte de la literatura de la guerra civil que ha sido con frecuencia invisibilizada.

 

4. Notas


[1] Idilio bajo el terror tuvo una segunda edición en 1942, lo que da cuenta de que cosechó cierto éxito. En la misma, se modifica el diseño de la cubierta, se incluyen cuatro ilustraciones y se efectúan algunos cambios tipográficos. En 1943 se realizó una reimpresión de esta edición, que se conserva en la Biblioteca Nacional bajo la signatura VC/1974/10. La maquetación del texto se mantiene, si bien se observan sutiles diferencias en los paratextos. En la cubierta se sustituye el número de edición por el precio del ejemplar y en vez de “Año V” se consigna “Año IV”. En la contracubierta, se mantiene la relación de títulos publicados por el sello editorial, si bien en el espacio para la numeración editorial se tachan el número de edición y el año en números romanos; solo figura el año de la reimpresión, 1943. Finalmente, se eliminan la portada y la cuarta página, en la cual constaban la declaración de derechos de autor, el número de ediciones de la obra y el nombre de la imprenta.

[2] Las madrinas de guerra eran mujeres que escribían cartas y mandaban regalos a los soldados del frente para ayudarles a mantener la moral alta. Esta figura se dio en los dos bandos durante la guerra civil, si bien abundó más en el sublevado, pues concordaba con la visión tradicional que limitaba a las mujeres a un papel secundario (Ramón Carrión, 2016, pp. 158, 166-168).

[3] La trama de María Victoria muestra concomitancias con un poema de la autora titulado “Romance sin luz”, el cual se publicó el 15 de septiembre de 1938 en Falange, y posteriormente, el 9 de octubre de ese mismo año, en Y. Revista para la mujer. Soler Gallo (2018, p. 275) y Cuesta Guadaño (2023, pp. 400-401) analizan esta composición.

[4] Este término ha sido utilizado por autores como Thomas (1990, p. 44) y Pérez Bowie (2002, p. 43). Junto con Soldevila Durante (2001, p. 242), Bertrand de Muñoz (2001, p. 134) y Martínez Cachero (2009, pp. 318-320), recogen algunos títulos de esta narrativa. Algunos ejemplos escritos por mujeres son A sus órdenes, mi coronel (1939), de Concha Linares Becerra, y ¿Quién sabe? (1940), de Carmen de Icaza. Solo Bertrand de Muñoz menciona las novelas de Josefina de la Torre, que consigna empleando el pseudónimo de la autora, “Laura de Cominges”.

[5] Estas narraciones difícilmente tendrían buena acogida en la zona republicana debido a su “filosofía optimista y ‘pequeño burguesa’”, incompatible con los planteamientos marxistas o libertarios (Soldevila Durante, 2001, p. 242).

[6] Martínez Cachero (1987-1988, p. 105) relaciona la literatura de embajada con la tradición de la literatura de cautiverio, pues considera estos recintos como prisiones no convencionales. Por su parte, Álvarez-Moreno (2014, pp. 71-73) reflexiona sobre las similitudes del asilado con el cautivo o el exiliado, si bien señala que es un tipo de literatura definido principalmente por lo espacial, por “la carencia de un espacio adecuado y la búsqueda del mismo” del protagonista y la capacidad del espacio “para generar drama, literaturizándose primero, para desde ahí erigirse en un espacio político y ético”.

[7] Martínez Cachero (1987-1988, pp. 118-119) recoge varias características de la literatura de embajada, entre las que se cuentan el compromiso político, el maniqueísmo, el reflejo de cómo el cautiverio cambia sustancialmente la vida de los refugiados y la prevalencia de la “mezquina condición humana” en esta situación límite. Álvarez-Moreno (2014, pp. 72-83) corrobora esta aportación y señala más aspectos, como la estructura basada en un triple movimiento espacial, el aislamiento y contraste del interior de las embajadas con el exterior, el estancamiento temporal que influye en la psicología de los protagonistas y el estudio del ser humano que se realiza.

[8] Bertrand de Muñoz (2001, pp. 131-150) dedica un capítulo a las novelas sobre la guerra civil escritas por mujeres en el siglo XX. El número de aportaciones es pequeño en relación con las de los hombres y la autora lo atribuye a que “el acceso del sexo femenino al dominio público fue relativamente tardío en España”. En el corpus observa la importancia de los subtemas de “el amor, la fraternidad con los soldados, los enfermos y heridos, los de condición social inferior y los destrozos morales, intelectuales y físicos”, la mayor proporción de protagonistas femeninas y la abundancia de relatos situados en la posguerra (2001, pp. 133-134). Asimismo, concluye que las obras escritas por mujeres corren parejas en calidad con las de los hombres.

[9] No se sabe con certeza por qué Josefina de la Torre no se exilió (Patrón Sánchez, 2021, p. 796).

[10] Josefina de la Torre publicó una undécima novela popular en 1944, El caserón del órgano. Lo hizo en Ediciones Océano, nombre que tomó “La Novela Ideal” a partir de ese año (Patrón Sánchez, 2022, p. 5).

[11] Ascunce Arrieta (2015, p. 225) distingue tres posibles respuestas “ante la presión del sistema y frente al control de la censura”: el “pacto incondicional con el poder”, que asegura el éxito comercial mediante obras sin trascendencia ideológica o alineadas con el régimen; el “pacto comercial y ruptura ideológica”, que desemboca en piezas todavía comerciales, pero que critican el sistema de forma velada —a través del humor o de la alegoría, por ejemplo—, y el “rechazo total al pacto”, con producciones muy críticas que no pueden superar la censura.

[12] No se han encontrado testimonios de Josefina de la Torre que hablen de un “compromiso político activo” con la ideología falangista (Soler Gallo, 2021, p. 180). Por otra parte, resulta interesante el artículo de Navas Ocaña (2023), en el que reflexiona sobre la afinidad de la autora con el modelo de la mujer moderna antes y después de la guerra civil.

[13] Durante el franquismo, la legislación en materia de censura estuvo regida por dos ordenamientos. El primero, que es el que atañe a las novelas analizadas, se corresponde “con un conjunto de órdenes y disposiciones fechadas durante la guerra y la primera posguerra, entre las que destacan las órdenes del 22 y el 29 de abril de 1938”, y se aplicó hasta 1966. Dicha legislación llevó a los autores y las autoras a practicar la autocensura, quizá más influyente en su actividad literaria que la propia censura (Larraz, 2014, pp. 56, 34-36).

[14] En el Archivo General de la Administración se conserva el expediente de censura de María Victoria (AGA 21/06473/003). Bernardo de la Torre Millares, hermano de Josefina de la Torre y director-gerente de “La Novela Ideal” (Patrón Sánchez, 2022, p. 3), presentó la novela a censura el 30 de enero de 1940 solicitando una tirada de 3500 ejemplares. Su publicación fue autorizada el mismo día, si bien la fecha, en lápiz rojo, parece corregida.

[15] Resulta interesante el estudio de González-Allende (2011, p. 231), en el cual se concluye que, pese a las diferencias ideológicas entre los insurrectos y los republicanos, “ambos bandos compartieron una visión esencialmente conservadora de la masculinidad y la feminidad”.

[16] Entre las obras sobre la guerra civil publicadas por los partidarios de los sublevados, tuvieron especial éxito las ambientadas en Madrid, convirtiéndose esta en un símbolo de la España bajo control revolucionario (Castillo, 2016, pp. 94-96). La capital era vista como una “ciudad extranjera” que era necesario rescatar de un régimen de carácter “caótico, violento y antiespañol” (Sánchez Zapatero, 2020, pp. 26-27).

[17] Este reencuentro se ha interpretado en clave simbólica: “La protagonista se convierte en la mujer que la ‘Nueva España’ necesita”, al tiempo que “Luis Aldares ha recobrado la visión, un nuevo símbolo de la oscuridad que le había precedido y la claridad que ahora aprecia, recobrada en Alemania (la de Hitler), que coincide con la nueva situación política que va a vivir España” (Soler Gallo, 2021, p. 194).

[18] Hay una coincidencia de fechas relacionada con estas localizaciones que resulta llamativa. María Victoria viaja con la madre de Luis Adrián a la playa gallega donde van a pasar el verano “hacia el 18 de junio”, y el día 22 llegan allí este y su padre (Torre, 2021, p. 275). Las tropas nacionales conquistaron Bilbao el 19 de junio de 1937 —no se olvide que la familia de Luis Adrián reside en el País Vasco, concretamente en Zarauz—, y crearon el primer ayuntamiento franquista dos días después (Ipiña Bidaurrazaga, 2014, p. 154). La elección de fechas en la novela, por tanto, podría ser una forma de conmemorar estos hechos.

[19] Para más información sobre el funcionamiento de las checas, véase Cervera Gil (1998, pp. 60-68).

[20] Hay una excepción en este proceder altamente politizado del narrador. Al poco de estallar el conflicto, este menciona en dos ocasiones al gobierno republicano sin emplear adjetivos peyorativos y se refiere a los sublevados como “los rebeldes” y a su cuartel como “insurrecto” (Torre, 2021, p. 52). Esto se debe a que se transmite de forma indirecta lo que dicen unos partidarios de la República: primero el portero del edificio de Leticia y luego, el médico.

[21] La represión contra aquellos sospechosos de no comulgar con la causa republicana fue especialmente intensa durante los primeros meses de guerra (Sánchez Zapatero, 2020, p. 17).

[22] El título de Idilio bajo el terror es muy revelador, ya que se junta el “idilio” característico de la literatura rosa con el miedo propio de la literatura sobre el “terror rojo”, en la cual las alusiones al mismo “son demasiado frecuentes como para tacharse de mero artificio literario” (García, 2009, p. 157). Leticia experimenta en repetidas ocasiones miedo y angustia a raíz de los sucesos de la guerra civil, al tiempo que vive su historia de amor soñada con Pedro.

[23] Patrón Sánchez (2023) da las razones por las que Josefina de la Torre y su familia se refugiaron en la embajada de México: la inseguridad de la situación, el terror de las calles, la posibilidad de tener que salir de España (Mederos, 2001, p. 56) y la vinculación de Claudio de la Torre con la masonería (Arias Bautista, 2014, p. 20) y la República al visitar la Sede madrileña de la Alianza de Intelectuales Antifascistas (Aub, 2013, p. 155). Estuvieron allí desde el 26 de agosto de 1936 al 11 de marzo de 1937. Fueron evacuados a Valencia y allí embarcaron rumbo a Marsella, desde donde regresaron finalmente a España (Reverón Alfonso, 2007, p. 215). Las similitudes con la trama de la novela son evidentes, si bien en esta no se especifican los nombres de los lugares que visitan los protagonistas.

[24] Esta hibridación de componentes ficcionales y referenciales es común en la literatura de la guerra civil ambientada en Madrid (Sánchez Zapatero, 2020, p. 32).

[25] El rol de espía de Cristina es verosímil, ya que en muchos casos se cometieron bajo el derecho de asilo acciones de espionaje y tráfico negro (Reig Tapia, 1996, p. 598).

[26] Frente a los refugiados de Idilio bajo el terror, que mantienen su honradez, en la literatura de embajada suele dominar “el suspenso de la moral”, una manifestación de pesimismo antropológico que puede llevar a la justificación del autoritarismo (Álvarez Moreno, 2014, p. 82)

[27] Estas asociaciones recuerdan la vinculación que realiza Martínez Cachero entre literatura de cautiverio y literatura de embajada (1987-1988, p. 105)

[28] El tema del recuerdo está muy presente en el siguiente fragmento de María Victoria: “Al final de cada copla, reinaba un silencio lleno de respeto. Los recuerdos eran algo sagrado. Y en aquellos momentos, la casa, la madre y las hermanas, y acaso, también, la novia, estaban presentes en el pensamiento de aquellos hombres” (Torre, 2021, p. 259). Esta sacralización del recordar hace pensar en la gran importancia que tiene esta temática en la poesía de la autora (Pelegrina Gutiérrez, 2023).

 

5. Referencias bibliográficas

 

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Agradecimientos

 

Parte de este artículo ha sido financiado por un contrato FPU/00428 concedido por el Ministerio de Universidades del Gobierno de España. Quiero, además, expresar mi agradecimiento a Marina Patrón Sánchez por facilitarme la edición de Idilio bajo el terror de 1938, así como por compartir conmigo un fragmento de su tesis doctoral, aún inédita.

 

Nota sobre la autora

 

Cristián Basso Benelli es Magíster en Literatura, con mención en Literatura Hispanoamericana y Chilena (Universidad de Chile), Licenciado en Educación y Profesor de Educación Media en Castellano (Universidad Católica Silva Henríquez). Trabaja como profesor asociado de literatura en el Departamento de Castellano de la Universidad Metropolitana de Ciencias de la Educación (Santiago de Chile), institución en la que, además, es miembro del Claustro Académico del programa de Magíster en Didáctica de la Lengua y la Literatura. Actualmente realiza su tesis doctoral sobre la obra de Gabriela Mistral.

 

 

 

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