Philologica Canariensia
Revista de Filología de la Universidad de las Palmas de Gran Canaria
20 (2014), pp. 159-164
eISSN: 2386-8635
DOI: https://doi.org/10.20420/PhilCan.2014.0025
CARMELO MEDINA CASADO Y JOSÉ RUIZ MÁS (EDS.), Las cosas de Richard Ford. Estampas varias sobre la vida y obra de un hispanista inglés en la España del siglo XIX, Jaén, Servicio de Publicaciones de la Universidad de Jaén, 2010, 308 pp. ISBN: 978-84-8439-540-9.
Richard Ford sólo pasó tres años en España, pero como genuino romántico inglés fue un impenitente viajero y agudo observador de la realidad española de la época, dejando constancia, como escrito y como dibujante, del patrimonio cultural, mentalidades y costumbres de la vida hispana que fue captando a lo largo y ancho de su recorrido por la geografía del país.
La importancia de la aportación de este hispanófilo del siglo XIX se hace bien patente al considerar la repercusión de su obra literaria, mayor que la de cualquier otro viajero británico que además se ha visto acrecentada con el paso del tiempo. Hoy en día no se viaja sin fotografiar todo lo interesante o curioso con la intención de conservarlo para la posteridad, pero Ford en 1830-33 pudo recurrir a sus lápices y acuarelas con ese mismo propósito. No sólo era un escritor copioso, sino también un prolífico artista. De hecho, yo misma tuve la oportunidad de hojear todas las carpetas que contienen sus dibujos, más de quinientos, en la casa de su tataranieto, Francis Ford, en Londres. Fue con ocasión de la preparación de la exposición “Artistas Románticos Británicos en la Andalucía del siglo XIX”, que se celebró en Granada en 2005, en la que incluimos 19 de sus obras.
El libro “Las cosas del Richard Ford” editado en octubre pasado por dos profesores del Departamento de Filología Inglesa de la Universidad de Jaén, conmemora el 150º aniversario de la muerte de Richard Ford recopilando una serie de ensayos realizados por prestigiosos especialistas en viajes y viajeros ingleses por España. La mayoría de los artículos nos aportan aspectos nuevos o diferentes puntos de vista sobre la amplia obra literaria y artística de Ford y, sin ningún tipo de pretensiones por mi parte, me propongo a hacer un breve comentario de aquellos aspectos que más han llamado mi atención.
En la introducción, suscrita por los editores de la publicación, los profesores Medina Casado y Ruiz Más, se analizan las diferentes ediciones de los libros de R. Ford con un recorrido sobre las principales publicaciones y autores fordianos, tanto británicos como españoles. Durante las dos décadas posteriores a su regreso a Inglaterra, la actividad intelectual del hispanista se consagró principalmente a las reseñas de libros para distintas revistas literarias. Cabe destacar un aspecto muy curioso y contradictorio de R. Ford, la coexistencia de los sentimientos de simpatía y antipatía hacia España, los españoles y su carácter. Ford llegó a escribir incluso que España no merecía la pena ser visitada excepto por los amantes de su paisaje y su arquitectura, arte y antigüedades. Aunque realmente parece que su sentimiento de aversión se dirigía más a la aristocracia española que al pueblo llano, al que en ocasiones ponderaba.
En “Las mujeres en Richard Ford”, de la profesora Cantizano Márquez (U. de Almería), podemos leer que consideraba exagerada la fama de las españolas, atribuyendo su encanto proverbial a cierta gracia natural más que a su belleza. Ford destaca, por otra parte, la alta consideración que las clases superiores mostraban ante el desempeño de la digna y femenina ocupación de buena ama de casa y madre de familia. Se declara como un acérrimo defensor de las costumbres autóctonas y tradicionales frente a la invasión de las modas extranjeras y señala la importancia que las andaluzas conceden al coqueteo y a suscitar la admiración pública por parte del sexo opuesto.
Tanto él como otros extranjeros se sorprenden del hecho de que la religión sea practicada y respetada mayormente por las mujeres. Y aunque menciona a algunas damas de la nobleza, hace más referencias a la vida cotidiana de las mujeres del pueblo.
En “Richard Ford y su visión de Extremadura en A Handbook for Travelers in Spain”, su autora, la profesora Corchado Pascasio (U. de Extremadura), hace referencia a la atracción que Ford siente por los lugares que fueron escenarios de las batallas en la Guerra de la Independencia, y a su valoración global un tanto negativa de esta región, y no se sustrae de frases y calificativos que delatan su actitud despectiva, destacando la ignorancia, la indolencia y la inseguridad que demuestran y transmiten sus habitantes. No obstante, y paradójicamente, en alguna ocasión define a los extremeños como un híbrido de lo mejor de Andalucía y lo mejor de Castilla y considera de suma importancia visitar el Monasterio de Yuste y alojarse en la misma habitación donde murió el Emperador Carlos V.
En “Richard Ford, artista, crítico y coleccionista de arte español”, del profesor Díaz López (U. de Granada), podemos apreciar su faceta como viajero integral y su permanente interés y atracción por el arte, posiblemente por el hecho de que toda su familia tenía aptitudes artísticas. Sus dibujos sólo constituyeron el apoyo gráfico de sus diarios de viaje, que servirían para recordarle los momentos y lugares más emblemáticos que visitaba, por lo que muchos de ellos contienen anotaciones que posteriormente le serían útiles al redactar su Handbook. Ford era realista con lo que veía, respetando todos los detalles y las proporciones paisajísticas, y, todo ello, sin las fantasías románticas de sus coetáneos Lewis y Roberts. Por tanto, la colección de dibujos de este entusiasta y aficionado artista constituye un legado muy útil para rememorar lugares y paisajes que han cambiado o desaparecido para siempre.
Su faceta como coleccionista es menos conocida, pero tenemos constancia de las obras que adquirió gracias a la relación que nos dejó de sus transacciones artísticas y comerciales. Sus mejores contactos para localizar las obras fueron algunos diplomáticos británicos que ocupaban puestos en España, mediante cuya ayuda pudo adquirir lienzos de pintores de la talla de Murillo, Ribalta, Zurbarán, Alonso Cano, El Greco y Velázquez, entre otros. En Granada Ford acumuló “monedas árabes, joyas, porcelana y una colección completa de casi todo de la Alhambra”.
Todas las obras y colecciones de libros, fueron enviados a su casa en Inglaterra, pero tres años después de su regreso, en 1836, vendió la mayoría en una subasta porque, según él, ya solo le reportaban gastos y problemas y, a cambio, ningún placer. Entre sus escritos de arte, cabe destacar la breve biografía de Velázquez, al que consideraba un artista total a pesar de que en aquella época no gozara de la influencia artística posterior y tuviera pocos discípulos e imitadores. Así se comprende su valiosa contribución a la difusión y justa valoración del arte español hasta el siglo XIX en Inglaterra.
En el capítulo “Los viajeros y la visión del otro: Richard Ford y George Borrow”, del bibliotecario, bibliófilo y profesor García-Romeral Pérez (U. Carlos III de Madrid), se comenta que al escribir sus libros de viajes, tanto Ford como Borrow aspiraron a comprender lo cotidiano y sentaron sus bases narrativas en lo subjetivo, rompiendo con la tradición al desvelar su aventura personal, por lo que sus obras influirían en todos los escritores-viajeros que les sucedieron. Una observación muy interesante de Ford es la diferenciación que hace sobre las características externas de los españoles en las distintas regiones y describe “lo español” como un mosaico, destacando, por otra parte, que no hay un Rey de España, sino un Rey de las Españas.
En cuanto al idioma, Ford comenta la palabrería que se utiliza en español y el orientalismo en todos los ámbitos de la comunicación oral y escrita. Sin embargo, es sorprendente que Ford considere el español como un idioma pobre e incapaz de adaptarse a los nuevos tiempos, que es solo efectivo en las ceremonias y en la comunicación cortesana. Hace un comentario muy acertado sobre los ingleses, que son en general los peores lingüistas del mundo, según los españoles, “apenas abren los labios y no son capaces de aplicarse al indispensable menester de la gesticulación; ¡los ingleses tienen un hablar tan cerrado que ni el mismo Satanás lo entiende!” Tanto Ford como Borrow resaltan el orientalismo, la relajación de las costumbres y la diversidad lingüística de la España del XIX, tan característico del romanticismo que destaca lo individual frente a lo colectivo.
Las autoras de “Burgos en la literatura de viajes del siglo XIX: la visión de Richard Ford”, las profesoras canarias González Cruz y González de la Rosa, hacen un recorrido de los diferentes viajeros que pasaron por Burgos, para continuar con algunos comentarios de Ford sobre la ciudad, que define como “ciudad de paso y encrucijada”. El hispanista admira la catedral, la cual describe con mucho detalle, y reconoce el valor y belleza del patrimonio monumental al tiempo que comenta la decadencia general de la ciudad que contrasta con su glorioso pasado y sus históricos héroes. También critica a la Iglesia Católica y señala “la ineficacia y el oscurantismo del catolicismo.”
En “Del cansancio europeo de la Ilustración a la recreación e improvisación de lo pintoresco: Richard Ford en Gatherings from Spain”, el profesor también canario Henríquez Jiménez hace un recorrido de los viajeros ingleses de los siglos XVII y XVIII para comparar sus puntos de vista con el del autor de Gatherings. Como ya hemos advertido, Ford observa el paisaje español desde dentro – “here is scenery enough to fill a dozen portfolios”, y exclama: “Ningún país del mundo puede rivalizar con España”. El hispanista se relaciona personalmente con la pobreza, la política, las fiestas, las costumbres y las valoraciones del mundo y la vida según los españoles.
El autor de “Richard Ford en Sevilla”, Profesor Hitchcock (U. of Exeter) comenta otra posible razón por la cual Ford se trasladó a España, aparte de la frágil salud de su esposa, al considerar la influencia de los consejos de Washington Irving o de su compañero de estudios en Westminster School, Henry U. Addington. Ford pasó tres inviernos en Sevilla, dos de ellos en casa de su amigo el coleccionista Standish, y llegó a conocer con profundidad todos los aspectos de la vida sevillana. En su Handbook no omite ningún cuadro, y ninguna iglesia queda sin describir, pero hay que admitir que su estilo era muy personal y exagerado. En la época en que se publicó el Handbook, España se puso de moda, sobre todo por su herencia “mora”; tanto este libro como su Gatherings están salpicados de términos y expresiones árabes, lo cual aporta un aura auténtica a la narrativa.
En “Bandoleros en la correspondencia entre Richard Ford y Henry Unwin Addington”, la profesora López-Burgos del Barrio (U. de Granada), se destaca la importancia que Ford concedió a este tema al dedicar todo un capítulo a ladrones y atracadores españoles, sabiendo que viajes y bandoleros eran dos conceptos inseparables en la España del XIX. Curiosamente, Ford sentía temor y a la vez una irresistible atracción hacia los bandoleros en general y en particular hacia José María el Tempranillo, con quien mantuvo más de una entrevista. Siempre gozó de su confianza y éste le garantizó paso libre por sus dominios en Andalucía. Ford cuenta como hizo un viaje en coche de colleras de Andújar a Granada sin altercados – claro, que en este caso iban protegidos por seis migueletes armados.
En “Reminiscencias de Ford en la literatura de viajes por Extremadura: de Richard Roberts a H.V. Morton”, el profesor extremeño Marín Calvario, destaca al hecho de que viajeros norteamericanos de la época al hablar en sus guías sobre Extremadura no hagan referencia alguna a la guía de Ford, aunque la conociesen y utilizaran. Sin embargo los viajeros de habla inglesa que recorren las tierras extremeñas conservan un recuerdo muy vivo de Ford al proporcionar gran cantidad de información práctica y fidedigna. No es de extrañar, por consiguiente, que a las obras de Ford y Borrow se las juzgue como lecturas imprescindibles previas a la entrada en el país. Cabe destacar, por otra parte, el especial hincapié del hispanista inglés en resaltar la calidad de los célebres jamones de Montánchez, así como de la ciudad de Mérida, a la que considera “la Roma de España en cuanto a estupendos monumentos de antigüedad”.
“Richard Ford y el mundo de la ley en la Inglaterra del XIX”, del profesor Medina Casado (U. de Jaén). Este artículo no es pertinente a Ford en España, pero repasa su excelente formación jurídica, cuya faceta se refleja en sus escritos. El autor, uno de los editores del libro, hace un balance del estado de las leyes y la situación social en Inglaterra, y compara algunos aspectos con España. Esto indudablemente nos ayuda a valorar de forma más ecuánime los escritos y opiniones de Ford.
“’Bribones, hijos del rey francés, guardias civiles, llámeseles como se quiera’: la creación de la Guardia Civil según Richard Ford y otros viajeros coetáneos”, del profesor Ruiz Mas (U. de Jaén). Ford dejó España en 1833 y la Guardia Civil no se creó hasta 1844, pero es probable que llegara a conocer su existencia por los exiliados españoles esparteristas en Inglaterra. Ford tomó una postura antagónica para con la recién creada Guardia Civil debido a su encendida galofobia; tachaba al General Narváez, creador del cuerpo, como moderado afrancesado. En su libro Gatherings Ford menciona a la Guardia Civil en términos de abierta crítica. Sin embargo, más adelante suaviza su opinión, probablemente debido a los comentarios de otros viajeros sobre su eficiente labor en combatir el crónico bandolerismo que asolaba España y sus carreteras, y la estabilidad política que aportó al país.
En resumen, un amplio estudio sobre diversos aspectos de la vida, obra y circunstancias de Richard Ford que nos permite adentrarnos en la personalidad de este notorio viajero británico en la España del siglo XIX. Logró conocer el carácter y mentalidad de los españoles, especialmente el pueblo llano, con suficiente amplitud. Tras la lectura de esta serie de capítulos, por cierto muy bien documentados, creo que podremos apreciar mucho más la figura de nuestro personaje.
Diana L. Kelham
Cónsul Honoraria de Gran Bretaña en Granada